lunes, 7 de noviembre de 2011

La Mujer y el Trabajo

 Mujeres y el trabajo frente a la Globalización

El trabajo y el empleo de hombres y mujeres no es intercambiable, la mujer sigue teniendo, hoy día, una doble carga, ganar un sueldo y dirigir un hogar.
La globalización, entendida como la interdependencia creciente de todos los mercados nacionales para la constitución de un mercado mundial en el marco de la internacionalización del capital, ha profundizado la diversidad y heterogeneidad de las formas de inserción de mujeres y hombres en las diferentes situaciones de trabajo y empleo.
La emergencia de nuevos modelos productivos ha transformado el trabajo humano. Las nuevas formas de organización del trabajo y de la producción demandan, por un lado, la estabilización e implicación del sujeto en el proceso de trabajo (mayor iniciativa, responsabilidad e incorporación de su saber hacer) y, por otro lado, flexibilizan el empleo volviéndolo más precario al incrementar el desempleo prolongado y las formas inestables de empleo. Se transforma el mercado de trabajo, el empleo y las condiciones de su ejercicio.
Este movimiento de inestabilidad del empleo se acompaña de un vasto y múltiple proceso de precarización del trabajo, en donde a una parte de la sociedad se le impide ser activo o se le recluye en la no actividad. El desempleo prolongado incluso se transforma en un verdadero proceso de exclusión social. Este carácter segregativo del empleo y el desempleo transforma la división internacional del trabajo y la incorporación y permanencia de hombres y mujeres en el mercado de trabajo, acentuando las desigualdades de género.
Para las mujeres, la globalización significa una convergencia de su situación a través del mundo, toda vez que la masculinización de las orientaciones mundiales en los mercados laborales es cada vez más sólida. Si bien las mujeres tienen hoy un mayor acceso al empleo, incluso han incursionado en ciertos sectores y ocupaciones antes considerados exclusivamente masculinos, sufren relativamente más los cambios provocados por las innovaciones tecnológicas y la reorganización del mercado del trabajo, asignándoseles los empleos precarios con mayor facilidad que a los hombres. Precisamente el incremento de la actividad femenina coincide con un aumento importante de la precarización del empleo. Así, detrás del crecimiento continuo de la participación de las mujeres en actividades remuneradas, emerge una figura laboral de crisis.
La precarización social concierne a hombres y mujeres, pero no los afecta de la misma manera. La precariedad tiene un sesgo genérico que nos habla de un proceso profundamente sexuado, que toca en primer lugar a las mujeres, tanto a las que se han incorporado a actividades formales como a las incorporadas en actividades informales. Hoy en día, esta figura de inestabilidad puede ser simbolizada por la trabajadora en actividades precarias, quien parece constituir la característica más relevante del trabajo femenino: la institucionalización de la inestabilidad, la precarización social y la feminización de la pobreza.
En todo el mundo, los trabajos considerados atípicos constituyen empleos permanentes para las mujeres. Son trabajos desvalorizados, sin calificación, de bajo nivel jerárquico y remuneración, a tiempo parcial, a domicilio, temporal, ocasional o por temporada, por contrato a tiempo determinado, por cuenta propia, subcontratado o simplemente informales.
Sin embargo, en el ámbito de un mercado flexible a escala internacional, las mujeres ocupan una posición estratégica. El mercado global con el acceso a trabajadores desiguales supone una división social y sexual del trabajo transnacional. La dinámica de la mundialización revela la centralidad de la esfera privada pues el capital mundializado no podrá desplegarse sin apoyarse en las mujeres, que en la familia continúan realizando las tareas de la reproducción de la población toda.
El trabajo y el empleo de hombres y mujeres no es intercambiable, por lo que pesa sobre las mujeres la doble carga de la responsabilidad familiar y el trabajo remunerado. Si el empleo se plantea como el salvoconducto que legitima la presencia en la vida pública y un derecho que la democracia debería garantizar como el derecho al voto, hoy las mujeres para acceder a él se encuentran en una posición de gran desventaja que las coloca en una situación permanente de trabajo excesivo.

La mujer y el trabajo

Igualdad entre mujeres y hombres
  La igualdad entre hombres y mujeres es uno de los principios fundamentales del Derecho comunitario. Los objetivos de la Unión Europea (UE) en materia de igualdad entre hombres y mujeres consisten en garantizar la igualdad de oportunidades y de trato entre ambos sexos y en luchar contra toda discriminación basada en el sexo. En este ámbito, la UE ha aplicado un doble enfoque que engloba acciones específicas y la integración de la perspectiva de género. Esta cuestión presenta, asimismo, una marcada dimensión internacional en lo tocante a la lucha contra la pobreza, el acceso a la educación y los servicios de salud, la participación en la economía y el proceso de toma de decisiones, y la equiparación de la defensa de los derechos de la mujer con la defensa de los derechos humanos.
Mujer, Trabajo y Empleo
  . SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN EL MERCADO DE TRABAJO.

En la Argentina, en las últimas décadas se han producido profundas transformaciones estructurales derivadas de un proceso de internacionalización de las relaciones sociales y económicas.

Se observa un fuerte proceso de expansión de la fuerza de trabajo femenina, la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo ha aumentado considerablemente en las últimas décadas; y su presencia tiende a ser cada vez más permanente, ya sea decisión personal o como resultado de presiones económicas. La tasa de actividad de las mujeres, presenta en el año 2001 valores que confirman este incremento. En 1990 ( como promedio de las dos ondas anuales de la EPH ) se registró una tasa de 27.4 , y para el mes de mayo del 2001, la misma llegó a 33,2.

Pero ¿cómo se da la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo?

Por un lado es necesario señalar:
Que existe mayor empleo, la tasa de empleo de las mujeres ha aumentado, como así su participación en el total de ocupados. La tasa de empleo para las mujeres pasó de 25,3 puntos en 1990 a 27.6 en 2001.
Que las mujeres están asumiendo roles claves tanto en el proceso de desarrollo económico como en la manutención de sus propios hogares.
Que las mujeres presentan un mayor nivel de instrucción y de escolaridad que el alcanzado por los varones.
Que la tasa de asistencia escolar de las mujeres es mayor que la de los varones. Por tramo de edad y por sexo, en los principales aglomerados urbanos es para los/as jóvenes de 15 a 17 años de 78,6 para los varones y de 84,6 para las mujeres, en tanto que para el tramo de 18 a 24 años es de 41,5 y 48,6 respectivamente. (Onda Mayo 1999 -Fuente SIEMPRO).
No obstante, a pesar de que el aumento de la participación femenina en el mercado laboral, ha ido acompañado de un incremento en su nivel de escolaridad, la inserción en el mercado de trabajo no se produce en un marco de igualdad de condiciones con los varones, ya que las mujeres se insertan con ciertas desventajas que dificultan su acceso y permanencia.

Debido a pautas culturales que asignan roles femeninos y masculinos en la sociedad, las mujeres que trabajan o desean trabajar viven una situación de doble responsabilidad -hogar/trabajo- que les provoca una serie de conflictos, para su desarrollo personal y profesional.

Esto implica realizar esfuerzos de compatibilización de las tareas domésticas con las laborales que inciden negativamente en su disponibilidad para el trabajo o para la formación profesional. Por otro lado, desde la demanda, los empleadores despliegan una serie de prejuicios con relación al trabajo femenino, que obstaculizan el acceso de las mujeres a los empleos.

Esta actitud se sustenta en el supuesto impacto que sobre los costos laborales tiene la función biológica de la maternidad y el hacerse cargo de las responsabilidades familiares.

Esta situación de desventaja de la mujer frente al varón se constata analizando algunas características del mercado de trabajo femenino:
Un mercado laboral muy segmentado horizontalmente, concentración de las mujeres en un conjunto reducido de ocupaciones que se definen como típicamente femeninas en términos culturales. Las mujeres trabajan, fundamentalmente como maestras y profesoras, enfermeras, secretarias, dactilógrafas, empleadas de oficina y vendedoras de comercio, peluqueras y afines.
Las mujeres se encuentran sobre-representadas en actividades vinculadas al sector servicio de baja calificación laboral, donde el servicio doméstico ocupa un lugar preponderante, ya que sobre el total de la ocupación femenina el sector representa el 18%.
Al mismo tiempo se observa un mercado laboral muy segmentado verticalmente. Concentración de las mujeres en los puestos de menor jerarquía de cada ocupación, lo cual implica puestos de trabajo peor remunerados y más inestables. Esta situación se manifiesta sobre todo en el sector privado.
Brecha salarial entre varones y mujeres. El ingreso percibido por las mujeres durante su vida activa, es inferior al de los hombres, en promedio, alrededor de un 30 % menos. Esto se explica porque las mujeres están concentradas en los grupos de ingresos bajos y medios mientras que los varones se concentran principalmente en los grupos de ingresos medios y altos.
Las mujeres han presentado mayores índices de desocupación que los varones durante la década. Los datos de mayo del 2001 registran una diferencia menos notorias que en años anteriores ( en 1995 llegó a casi 5 puntos esa diferencia.)




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